2012 |
INCH’ALLAH (101’)
INA LITOVSKI
(Cortometraje codirigido con André Turpin) 11’ |
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2010 |
SE SOUVENIR DES CENDRES –
REGARDS SUR INCENDIES (Documental) 44’
Premio Gémaux al Mejor Documental |
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2009 |
LES PETITS GÉANTS (Largometraje documental) 75’ |
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2007 |
TAP-TAP (Documental) 52’ |
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2007 |
LE RING (Largometraje de ficción) 87’
Festival de Berlín, Sección Panorama
Mejor Dirección, Festival Miradas de Madrid |
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2005 |
SI J’AVAIS UN CHAPEAU (Documental) 52’
Mención Especial, Mejor Documental, Festival Vues d’Afrique
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Después de un año recorriendo Honduras, dirigió el documental “Les Petits princes des bidonvilles” (2000), galardonado con el Premio del Público en la
Muestra Cultural Latinoamericana de Montreal, al que
siguieron otros dos documentales, “Sorcières comme
les autres” (2000) y “Les Mots bleus” (2001). A continuación
estudió en el INIS y codirigió “Buenos Aires,
no llores”, un documental rodado en Argentina y seleccionado
por numerosos festivales internacionales.
Se unió a un viaje de varios meses de duración por todo
el mundo durante el que realizó unos quince cortometrajes
documentales. Después de regresar a Canadá,
siguió haciendo documentales como “Les Mains du
Monde”, acerca del voluntariado social, emitido por
Télé-Québec, y codirigió “Si j’avais un chapeau”, en
el que daba voz a niños de Quebec, India, Tanzania
y Palestina. La película obtuvo una Mención Especial
del Jurado en el Festival Vues d’Afrique de Montreal.
Su siguiente película fue el documental “Tap- Tap”,
un retrato lírico de la comunidad haitiana de Montreal.
Rodó su primer largometraje de ficción, Le Ring, en
2007. Muy aclamado internacionalmente, fue seleccionado
en 2008 por los festivales de Pusan y Berlín.
Asimismo, fue galardonado con el Gran Premio del
Jurado en el Festival de Cine de Taipei, con el Premio
a la Mejor Dirección en el Festival Miradas (Madrid),
así como con el Premio Especial del Jurado y al Mejor
Actor en el Festival de Vladivostok.
En 2009, el documental “Les Petits Géants”, en el
que se describe a un grupo de jóvenes procedentes
de zonas desfavorecidas preparando una ópera (codirigido
con Emile Proulx-Cloutier), fue la película de
clausura de las Jornadas Rendez-vous du Cinéma
Québécois.
En 2010 se incorporó al equipo de micro_
scope en Jordania para dirigir “Se souvenir des cendres
– Regards sur Incendies”, un documental acerca
de los refugiados que aparecían en el largometraje de
Denis Villeneuve.
El documental ganó el Gémeaux al
Mejor Documental Cultural 2011.
Su primera novela, “Je voudrais qu’on m’efface”, publicada
en 2010, fue seleccionada para el Premio de
los Libreros de Quebec.
En 2011 publicó “Embrasser
Yasser Arafat”, una colección de relatos cortos inspirados
en sus visitas a Palestina.
En 2012 codirigió con André Turpin el cortometraje
“Ina Litovski”.
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¿Por qué se interesó por Palestina?
Fui por primera vez a Palestina cuando rodé el documental Si j’avais un chapeau. Filmamos en un campo de refugiados, con niños. Tuve una especie de revelación, de pronto vi todas las ambigüedades de la situación. Una mezcla de amor y odio, de fascinación y enfrentamiento, y decidí regresar para
más tiempo. Estudié Política y Árabe, hice amigos, pero mi estancia no fue fácil. Presencié situaciones que me trasto naron,
especialmente como mujer. Me preguntaron más de una vez qué hacía allí. Es una sociedad en el polo opuesto de lo que me define más profundamente, la libertad. Posiblemente fuera esa paradoja lo que me atraía: el hecho de que un lugar que amo, lleno de personas maravillosas y actos diarios de resistencia, carezca de libertad, algo esencial para los seres humanos, tanto internamente (la libertad de las mujeres) como exteriormente (la ocupación). En cierto
sentido, eso me atraía. Volví varias veces, visité diversas ciudades, y cuanto más veía, menos entendía, pero más quería sumergirme en ese mundo. Empecé a escribir el guión estando allí, y la mayoría de los personajes están basados en personas que realmente existen.
¿Cree que no se entiende, o se entiende mal lo que ocurre
en esa región?
Basta con meterse de lleno en un tema semejante para que la exploración se convierta en un proceso sin fin. Incluso ahora no me atrevería a decir que entiendo Palestina o el
conflicto palestino-israelí. Conozco a gente de allí, por eso para mí es una guerra con rostros de personas, lo que me aproxima más al conflicto, lo hace más accesible, más transparente. Pero para nada soy una experta. Mi conexión con
la región es emocional (por mis amistades) y sensorial (por
los viajes, sonidos, olores, las experiencias que viví). Probablemente
me sienta más cerca del conflicto que la mayoría
de la gente, pero no significa que esté equipada para debatir
seriamente sobre el tema.
Además, el mundo árabe se describe a menudo de forma muy
superficial, como una cultura monolítica. Los árabes nos asustan.
No les entendemos, y tampoco nos esforzamos en hacerlo.
La naturaleza monstruosa del terrorismo (que lleva mucho
tiempo existiendo en todo el mundo) se exacerba, se saca de
contexto, no se explica y siempre se asocia a “los árabes”. Nos
aterroriza, nos distancia, y reduce el deseo de diálogo. Fue el
contexto para trazar el camino de mis personajes. Quería
acercar al público a algo que parece incomprensible a primera
vista. Aunque sin justificar sus decisiones, he querido poner
cara a un acto inhumano. Es inquietante, pero creo que puede
contribuir al proceso de construcción de la paz y de apertura
hacia el otro. Al menos, eso espero.
Su película sigue a Incendies, de Denis Villeneuve.
¿Es
una coincidencia, o hay una razón más profunda por la
que los cineastas de Quebec se interesen por esa región?
Empecé a escribir Inch’Allah mucho antes de enterarme
del proyecto de Denis Villeneuve. Me alegré mucho de que el
público de Quebec se interesara por un tema que puede parecer
muy lejano. Dicho esto, no creo que esa región en particular
interese más que otra a los cineastas de Quebec, les interesa
el mundo en general. Sentimos la creciente necesidad de
vernos más claramente alejándonos de casa. La identidad de
Quebec se está redefiniendo, y aunque el tema del nacionalismo
aún no está zanjado, podemos existir fuera de nuestras
fronteras. También forma parte de Quebec nuestra visión de
otros lugares. El cine ha empezado a reflejar esta nueva apertura
a otros horizontes, Incendies, Monsieur Lazhar y Rebelle son los ejemplos perfectos. Alejarse de la zona cómoda ayuda
a respirar con mayor libertad. Aporta una contribución activa a
la narración y a cómo nos definimos.
La película gira en torno a una mujer joven procedente de
Quebec sumergida en una realidad totalmente ajena. En
cierto sentido, puede decirse que es su reflexión.
¿Fue
ese punto de vista extranjero lo que le permitió escribir y
realizar una ficción acerca de la cuestión palestina?
No me habría atrevido a realizar una ficción sobre la región si
no fuese desde el punto de vista de alguien de Quebec. De
hecho, es lo que me interesa de la película, ¿hasta qué punto
puede el conflicto de otros convertirse en propio? Con el tiempo,
el personaje de Chloe se convierte en un campo de batalla,
la guerra la devora. Quería expresar que no puede permanecer
como una simple testigo. En un marco como ese, todas las
protecciones se derrumban. Es la guerra. Puede penetrar en
nuestro interior y destrozarnos, no somos inmunes. La guerra
no es solo cosa de los otros. Creo que centrarme en un alter
ego, me facilitó entender la “humanidad” que hay detrás de
la “inhumanidad” de la guerra. Chloe podría ser yo, mi hermana,
mi vecina, y su camino podría ser el mío. Más aún, hay unas
cuantas mujeres estadounidenses, inglesas, incluso israelíes
que están encarceladas en Israel por actuar como Chloe. No
me he inventado nada.
¿Rodó en los mismos decorados donde trascurre la historia?
La historia transcurre en un campo de refugiados a las afueras
de Ramala, en Palestina, donde trabaja Chloe, y en Jerusalén,
donde vive. Rodamos algunas escenas en Ramala y en la barrera
fronteriza, así como en Tel Aviv, pero la mayoría del rodaje
tuvo lugar en Ammán, Jordania, en dos campos de refugiados.
¿Cómo la recibieron?
Muy calurosamente. Pero tampoco nos presentamos allí sin
más. Teníamos contactos en los campos que se encargaron
de presentarnos a gente y de organizar el rodaje. Las personas
que viven en los campos nos ayudaron con la seguridad
y haciendo de figurantes. Además, el rodaje fue recibido con
entusiasmo, aunque intentamos minimizar las escenas nocturnas
al ser mucho más peligrosas.
Gran parte del casting tuvo lugar en los campamentos de
refugiados. Valía la pena ver a cien personas haciendo cola
delante de la casita donde habíamos improvisado una sala
de pruebas. No se simula haber nacido en un campo, se lleva
en la forma de moverse, de hablar. Por eso, todos los niños
proceden de los campamentos y del basurero que se ven en
la película.
Para muchos de los actores, la ficción gira en torno a
una realidad que conocen en carne propia.
¿Tuvo que
dar muchas explicaciones, negociar y justificarse?
El guión gustó a la mayoría de los palestinos e israelíes que lo
leyeron. Les pareció atrevido, original y nada maniqueísta. Da
mucha seguridad escuchar comentarios así cuando te enfrentas
a un tema tan alejado de tu realidad. Pero INCH’ALLAH no es una película acerca del conflicto palestino-israelí, sino
acerca de una mujer de Quebec en Palestina, acerca de una
doctora que acaba metida en una guerra. Ante todo, quería
hablar de algo que no nos pertenece, de lo que ocurre cuando
nos enfrentamos a una realidad mucho mayor que nosotros,
con la guerra. Era mi punto de vista, y los habitantes de la
región lo comprendieron inmediatamente. Mi perspectiva
no es política, solo cuento la historia de una mujer que se ve
atrapada entre la espada y la pared. He querido mostrar que
no estamos protegidos y que cuando nos enfrentamos a lo
peor, incluso los valores morales que creemos más arraigados
pueden desvanecerse.
¿Cómo trabajó con Evelyne Brochu, que da vida a Chloe?
¿Conocía la región? ¿Tuvo que aprender algo de árabe ya
que su personaje lo habla?
Me reuní con Evelyne en varias ocasiones, y le sugerí varios
libros y películas. No estaban necesariamente relacionados
con el tema en sí, pero de algún modo me habían inspirado.
También me acompañó en el primer viaje que hicimos para
localizar decorados. No había estado en esa zona y queríamos
que la conociera antes del rodaje. Hicimos pruebas con
ella en París y Tel Aviv para que pudiera conocer a los actores
que interpretan a Rand y a Faysal. Recorrimos Israel y Palestina
para que viera lo que significa el muro, los controles,
los campamentos, para que conociera a palestinos e israelíes,
para que sintiera la diferencia en primera persona. Era
muy importante porque la mayor parte de la película no se
rodaría en Palestina, sino en Jordania. Cuando regresamos
a Quebec, trabajó los diálogos en árabe con Ruba Ghazal,
un palestino afincado en Montreal. Durante el rodaje, siguió
mejorando la pronunciación y el vocabulario.
¿Cómo escogió al resto del reparto? Aparte de los niños,
¿los demás son actores profesionales?
Nos costó mucho encontrar actores para los papeles de
Rand y de Faysal. Estaba empeñada en que una actriz palestina
diera vida a Rand, pero nos dimos cuenta de que
sería muy difícil encontrar a una joven palestina que pudiera
desplazarse fácilmente a Jordania para rodar. Además, ninguna
de las actrices a las que habíamos entrevistado tenía la
energía que buscábamos, una mujer niña trágicamente vital
y fuerte. Había visto a Sabrina Ouazani en varias películas,
La escurridiza, De dioses y hombres, y llevaba tiempo
pensando en ella. Hizo una prueba magnífica en París. Sus
padres son argelinos y no habla el mismo árabe que en Palestina,
pero trabajó mucho para conseguir el acento correcto.
Interpretó a Rand con mucho valor.
Yousef Sweid, un actor conocido en Oriente Próximo, interpreta
a Faysal. Es palestino y vive en Israel. Sivan Levy da vida a Ava. Es actriz profesional, nació en Tel Aviv y actualmente
estudia francés en París. Estaba encantada con la
idea de trabajar en francés por primera vez. El francés es un
idioma bastante popular en Israel.
Y luego está Hammoudeh Alkarmi, el niño que interpreta
a Safi, el tesoro que descubrimos en un casting en un campamento
de refugiados. Fue uno de los cien niños que se
presentaron. Destacaba entre sus compañeros por desprender
una cierta extrañeza y una profunda ternura. Era exactamente
lo que buscaba para el personaje: un niño alejado
del mundo sin ser débil o infeliz. A pesar de ser diferente, tenía
orgullo. El personaje de Safi es muy importante para mí. Es un
personaje secundario, pero aporta un toque poético; sin él, la
película estaría anclada en el realismo. No tiene nada que ver
con la política, solo sueña con volar por encima de las fronteras
y, en cierto modo, lo consigue.
Compartió la experiencia del rodaje con su hijo Manoé, al que
dedica la película. ¿Dudó en llevarle con usted?
Cuando descubrí que estaba embarazada (no me lo esperaba),
pensé que sería imposible conseguir la financiación de una película
de presupuesto mediano rodada en el extranjero. Siempre me
habían dicho que era imposible ser madre y realizadora a la vez.
Por suerte, SODEC y Telefilm Canada no se inmutaron. Los productores,
Kim McCraw y Luc Déry aceptaron la noticia con alegre
pragmatismo: ya encontraríamos una fórmula para que todo funcionara.
Me facilitaron las cosas durante el rodaje, tenía un apartamento
para mí, viajaba con una cuidadora. La primera vez que
viajamos, Manoé solo tenía unos meses. Le llevaba a las sesiones
de casting porque le daba el pecho entre prueba y prueba. Gateó
en Jerusalén y aprendió a andar en Ammán. Tenerle conmigo me
dio fuerzas. No solo estaba mejor equipada para rodar la escena
del parto, ya no tenía ideas preconcebidas, también estaba segura
de hacer una película mejor gracias a él. No suelo hablar de mi vida
privada, pero en este caso quiero decir que es posible rodar una
película teniendo un niño pequeño. No me preocupo por las directoras
de cine, hemos recorrido mucho camino gracias a las que lo
desbrozaron antes que nosotras.
La presencia de mi padre, Philippe Lavalette, el director de
fotografía de la película, también ayudó a que la experiencia
se convirtiera en una historia familiar. Philippe nunca se niega
a hacer algo, nunca está cansado. Incluso bajo un sol de
justicia, en medio del caos, quiere seguir buscando, encontrar
la solución. Explora constantemente, nunca toma la ruta más
cómoda, siempre se pone a prueba y, de paso, a mí también.
Y los decorados de la película, ¿existen realmente o los tuvieron
que construir?
André-Line Beauparlant es la diseñadora de producción. Hizo
un trabajo asombroso. El basurero existía, ya había niños trabajando
con sus burros, hogueras aquí y allí. Pero lo ampliamos bastante
para que fuera más impactante. No quería rodar en un basurero
triste y miserable. Los niños ríen y trabajan como pequeños adultos,
la vida triunfa. Pero lo más difícil fue reconstruir el muro que
rodea parte del basurero. Para eso hubo que levantar 300 metros
de barrera de bloques de cemento idénticos a los del muro.
André-Line dirigió la operación en un país donde las mujeres no
suelen dar órdenes.
Después, el muro se trasladó en camiones a otro punto, el control
donde trabaja Ava. Recreamos la zona fronteriza desde cero, en
medio del desierto de Jordania, en una base del ejército. Parece
totalmente real, pero todo es un montaje. En la mayoría de escenas,
los figurantes están perfectamente coreografiados. Sin embargo,
al haber rodado cámara en mano al estilo documental, da la
impresión de que todo es real, de que está ocurriendo.
Enseña el muro, los controles, la vida diaria de la gente, pero
los primeros planos también ocupan un lugar preponderante
en la película. Estamos a menudo muy cerca de Chloe.
Efectivamente, estamos muy próximos a Chloe.
Fue algo que me
vino instintivamente. No ignoramos el paisaje, lo exploramos con
ella, la oímos respirar, sentimos sus reacciones, su piel. Vemos
Palestina, la vida, la gente, el conflicto, a través de ella. No quería
una simple postal, ni contextualizar. Sobre todo quería que Chloe
fuese nuestro país, y que los elementos del territorio, el muro, los
controles, los campamentos, sirvieran de puntuación dramática en
vez de ser un mero telón de fondo.
Chloe pasa por toda una gama de emociones, resignación,
melancolía, asco, culpabilidad, derrota.
¿También pasó por
una montaña rusa de emociones similar?
No me parece que la experiencia de Chloe sea una montaña
rusa, más bien fue una caída libre. El conflicto se apodera de ella
gradualmente, pierde el rumbo, la situación la abruma. No me
pasó lo mismo, pero me di cuenta de que era posible perderse
del todo. Es lo que me interesa de la evolución de Chloe. En lo
que a mí respecta, me pasó lo mismo, me sentí profundamente
perturbada en varias ocasiones, y acabé haciendo la película.
Hay personas que le dicen a Chloe que no es su guerra y la
rechazan. Si se lo dijeran a usted, ¿qué contestaría?
¿Y si también fuera mi guerra en parte? Se convierte en la guerra
de Chloe con todos sus absurdos. Aunque no sea mi guerra,
es una guerra que forma parte de mí, guste o no. No pretendo
describir el dolor de otros, de los que viven con la guerra, de los
que piensan en ella cada día. Pero tampoco siento que soy una
impostora. Encontré la guerra y la guerra me encontró.
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