SINOPSIS
EL DIRECTOR
FICHAS
LA PRENSA HA DICHO
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NOTA DE INTENCIÓN DEL DIRECTOR YOUSRY NASRALLAH

Hace un año, el gran guionista egipcio Waheed Hamed me pidió que leyera un guión que había escrito. Dudo que entonces alguno de los dos sospechara cuál iba a ser el resultado. Ambos procedemos de dos mundos cinematográficos muy diferentes. Las películas basadas en los guiones de Waheed Hamed suelen ser muy buenas, muy directas y dirigidas al gran público. Hago cine de autor y tengo la reputación de ser menos accesible. Pero ambos sabíamos que nos unía algo: nuestro amor por el cine.

Hace más de 10 años que el cine egipcio margina a las mujeres con carácter. Tradicionalmente se enseñaba a las mujeres como maravillosas estrellas en la piel de personajes reales, orgullosas de su feminidad.

Ahora, las películas tienden a encerrarlas en el papel de esposa, madre, hermana, novia, meros objetos de deseo (de ahí la necesidad de velarlas), o de malas mujeres bajo la tutela de personajes virtuosos interpretados por las megaestrellas masculinas, un claro reflejo de la misoginia reinante en la sociedad egipcia.

Una de las características más atractivas del guión de Waheed Hamed es la inversión de papeles, convirtiendo a los hombres en objetos de deseo. No se trata de la vanidad del autor, sino de la auténtica paradoja de la sociedad egipcia. Más del 70% de los hogares egipcios dependen del trabajo de las mujeres. Pero en vez de aceptar la realidad y, por lo tanto, reconocer a las mujeres como iguales, la sociedad les impone una presión constante exigiéndoles cada vez más sumisión.

Formalmente, esta paradoja me ha permitido enlazar con una gran tradición del cine egipcio, el género de los melodramas soberbios con sus espléndidas mujeres.


YOUSRY NASRALLAH HABLA DE MUJERES DE EL CAIRO


EL GUIÓN. Es la primera vez que dirigo una película sin haber escrito el guión. Waheed Hamed es un conocido guionista en Egipto (sobre todo por Omaret Yakobean - El edificio Yacoubian, 2006). Apenas nos conocíamos. Un buen día me llamó y me pidió que leyera un guión que había escrito y quería producir.

Me gustó que no se tratara de una sola historia, sino de cuatro, y que hablase de la sexualidad, algo poco habitual en el cine egipcio. Los relatos proceden de la sección de sucesos o le fueron contados por sus amistades. El asunto de las tres hermanas y del chico fue publicado en primera página por todos los periódicos. El ministro es en realidad un alto funcionario. El personaje de Hebba está inspirado en una presentadora casada con un saudí, que apareció en un programa cubierta de cardenales para denunciar la violencia de género.

También me gustaba la idea de que la historia acabase en el punto donde suelen empezar mis películas. Mis personajes suelen ser rebeldes y deben reintegrarse a la sociedad. En MUJERES DE EL CAIRO, es lo contrario. Todos los personajes son conformistas y acaban rompiendo con la moral dominante.

En esta historia de destinos cruzados vi el equivalente a una saga popular. Una referencia a la más famosa de las epopeyas persas, Las mil y una noches, que como cualquier tradición está ligada a lo oral. MUJERES DE EL CAIRO reanuda directamente esta forma de transmitir el saber y la experiencia. Basta con esto para tomar una postura en relación con el pensamiento predominante en Egipto, donde islamistas y laicistas están de acuerdo en inhibir la parte de la cultura nacional.

AMOR Y NEGOCIO. Los diálogos pueden parecer contractuales, sobre todo entre Hebba y su marido: “Si haces esto, yo hago aquello”. Dan la impresión de estar actualizando un contrato. Pero es el tema de la película y lo que enlaza los cuatro relatos: ¿Qué ocurre con el amor cuando se interponen los negocios? He exagerado el tono. Es un melodrama, y los melodramas cuentan relaciones paradójicas, aunque reales, entre hombres y mujeres.

LA PUESTA EN ESCENA. Los decorados tienen un papel decisivo en esta película. El guión solo contenía indicaciones vagas, como “un piso elegante” para el hogar de Hebba y Karim. La discusión en el cuarto de baño me ayudó a entender cómo debía ser el piso de la pareja. Hebba está en la bañera, él, sentado en el váter. Me dio la idea de un espacio abierto, sin intimidad, sin puertas, pero aislado del exterior. Este piso funciona a partir del mismo principio que la casa mucho más modesta de las tres hermanas, con una sola ventana. Los objetos están sobredimensionados. Es el kitsch visto de dos maneras diferentes.

El programa de televisión se grabó en un estudio de televisión auténtico. Lo rodé con varias cámaras, con el mismo dispositivo que suele usarse en los platós televisivos. Una amplia pantalla instalada detrás de Hebba enseña en directo la imagen de la invitada, lo que me permitía disponer del plano y del contraplano a la vez. Al principio, la pantalla molestaba a los actores, pero me empeñé en mantenerla porque expone de forma directa la idea de la película.

Durante el primer programa, con la mujer desequilibrada, la pantalla solo enseña fotos de ella en varios momentos de su vida. En el segundo, el rostro de la asesina aparece detrás de Hebba, pero no es natural. Pequeñas distorsiones en la imagen la distancian de Hebba. Con la dentista, que tiene la misma edad y pertenece a la misma clase social que Hebba, la duplicación es perfecta. Esta vez, la imagen es nítida. Ya no es una pantalla, sino un espejo en el que Hebba mira ese otro rostro como si fuera el suyo, esa historia que dará pie a la suya.

PLANO SECUENCIA. Supe enseguida que debía usar el plano secuencia para exaltar la presencia física de los actores. Rodé la escena más difícil de mi vida hasta la fecha. La hermana más joven está sentada con el chico en un muro cerca del mar. Él le coge la mano, intenta besarla y le toca el trasero. Ella se levanta, asustada.

LA SEXUALIDAD COMO DISPOSITIVO DE DOMINACIÓN. No me refiero solo a la dominación de los hombres. En la historia de las tres hermanas, el hombre se convierte en objeto sexual a pesar suyo. Por eso escogí a un actor pequeño, frágil. Tiene miedo. Cree dominarlas sexualmente, pero es una ilusión. En cuanto a Hebba y Karim, la relación es muy clara desde la primera escena, la de la pesadilla. En el guión no tenía nada que ver. Hebba soñaba con ser Sherezade y conocer al rey Shariar, que le pedía que le contara un cuento. La mujer se negaba y el rey mandaba cortarle la cabeza. Pero no me pareció realista. No se sueñan cosas así.

Encontré la solución trabajando en el decorado del piso. Cuando decidí que la alcoba debía parecer una celda, me di cuenta de que esta habitación, símbolo de su relación, era la auténtica pesadilla de Hebba. El primer plano de la película recorre lentamente el piso. Hebba se despierta y dice: “No hay puertas”, a lo que sigue un diálogo muy simple. Él: “¿Estás despierta?”. Es obvio que lo está. “¿Qué te pasa?” Y ella: “Una pesadilla”. Karim no pregunta más.

Puede que lo sospeche, porque añade: “Debes estar estresada”, y ella contesta: “¿No me digas?” Pero no le interesa saber qué ha soñado ni por qué está estresada, y le hace el amor para no tener que hablar. Lo mismo le pasa a Hebba. Nunca dice lo que realmente piensa. Ama a su marido, pero se siente asfixiada y se lo cuenta a una amiga. Esta le recuerda que ya se ha divorciado una vez y que no puede permitirse un segundo “fracaso”.

Hebba no es una rebelde. Rehúsa ser una mera presentadora y se empeña en llevar las investigaciones, controlar el programa; en otras palabras, en ser una auténtica periodista. Su marido es lo opuesto, se inclina ante sus jefes. Hebba le acusa de cobarde, aunque al principio no se atreve a encararse con él por miedo a destruir su matrimonio. Está atrapada entre deseos opuestos que demuestran ser cada vez más irreconciliables.

EL MELODRAMA POLÍTICO. Me interesaba filmar un melodrama. Por una parte, es un género que se dirige a todos. Por otra parte, tiene un gran poder subversivo. Pienso en las películas de Douglas Sirk, donde aparece el tema el racismo y la emancipación de las mujeres.

La actriz Mona Zakki (Hebba) es muy popular en Egipto, pero siempre en el papel de la joven pura y virgen. Ha asombrado a todos con este papel. Escogimos juntos el vestuario para realzar su feminidad en vez de esconder sus formas.

Los otros actores son desconocidos en su mayoría. Me costó encontrar a Karim. En el guión era un hombre de cincuenta años, pero preferí a un hombre atractivo, sin arrugas, joven, el típico arribista. Debía ser la imagen de una generación de jóvenes egipcios ambiciosos y carentes de ideales.

Uno de mis asistentes iba a las salas de cine para ver las reacciones del público. Me dijo que en todos los pases había parejas discutiendo. El marido quería irse, la mujer insistía en quedarse. Muchas mujeres me han dicho que se sienten reflejadas en la película.


Foto: Steve Rodhes

Nació en 1952. Se licenció en Economía y Ciencias Políticas en la Universidad de El Cairo. Entre 1978 y 1982 trabajó como crítico de cine en el diario libanés As-Safir. A partir de 1982 fue el ayudante de dirección de Youssef Chahine en películas como Adieu Bonaparte, Iskandrija Kaman Que Kaman (Alejandría, ahora y siempre) y Cairo Seen by Youssef Chahine.

En 1987 rodó su primera película, Sarikat Sayfera (Robos de verano), que inauguró la Quincena de Realizadores de Cannes 1988.

FILMOGRAFÍA
1988 Sarikat Sayfera (Robos de verano)
1993 Marcides (Mercedes)
1995 Sobran wa banat (Los chicos, las chicas y el velo)
1999 Al-Madina (La ciudad)
2004 Bab el Shams (La puerta del sol)
2008 Gnenet el Asmak (El acuario)
2009 MUJERES DE EL CAIRO