Si bien la anécdota se sitúa en 1980, hay pocos signos que permitan identificar la época, cuando vemos llegar a la doctora Barbara al hospital de un pequeño pueblo en la ex República Democrática Alemana. Ese despliegue refinadamente pormenorizado de detalles de tiempo y lugar es el que nos permite conectarnos con la protagonista, ir comprendiendo lo que se oculta. En esos silencios e intereses –trabajados por Nina Hoss con una economía gestual extraordinaria– la férrea concentración de Barbara irá resquebrajándose, como suele ocurrir con las frágiles y apasionadas criaturas de Petzold. Con un dominio admirable de la mejor tradición narrativa clásica y al mismo tiempo recuperando las marcas y tópicos de los films “de médicos” del cine alemán de los ‘50 y ‘60, Petzold construye un relato que siempre hace partícipe al espectador en esta opción de cambio de su personaje, como si se tratara de una variación de su anterior y notable Yella, también situada en la Alemania del Este.