Diego Quemada-Díez

La realidad social de Latinoamérica exige un cine comprometido con el estado de las cosas. Me interesa hacer un cine profundamente arraigado en el momento que nos ha tocado vivir. El realismo verdadero lo contiene todo: la fantasía y la razón, el sufrimiento y la utopía, la alegría y el dolor de nuestra existencia. Quiero dar voz a los migrantes: seres humanos que ante la pobreza y la impasibilidad de las autoridades nacionales e internacionales, desafían el orden fronterizo establecido y deciden emigrar sin documentos, jugándose la vida. Esta película no es un documental sino una ficción basada en la realidad, que la recrea desde la autenticidad y la integridad. A partir de los cientos de testimonios de migrantes y de los sentimientos de cada uno de los que participamos en este proceso creativo, construimos la narrativa y la poética de esta odisea. A través de la identificación con Juan y con Chauk, salimos de nuestra cotidianidad y emprendemos una gran aventura emotiva que nos lleva a tener un profundo aprendizaje. Un viaje para despertar de la ilusión de que la felicidad está en otro lugar, un viaje para reflexionar con respecto a las fronteras, un viaje para tomar conciencia de lo que nos separa como seres humanos.  La intención de esta odisea es ayudar a deconstruir estas convenciones que nos aprisionan y reinventar la historia, para así recrear nuestra realidad. Es mi sueño el que durante la proyección se disuelvan las fronteras que nos separan para así poder subirnos a otro tren. Un tren en el que el destino no es tan importante, un tren en el que somos conscientes de que viajamos juntos, un tren en el que los obstáculos se convierten en algo que nos inspira a celebrar nuestra existencia desde el respeto y la conciencia más allá de nacionalidades, razas, estatus y creencias. El testimonio de Juan Menéndez López, mexicano, antes de subirse a un tren de carga en movimiento con siete compañeros, se quedó grabado en mi mente: “Se aprende mucho en el camino, aquí todos somos hermanos. Todos tenemos la misma necesidad, lo importante es aprender a compartir. Sólo así podemos caminar, sólo así podemos llegar, sólo un pueblo unido puede subsistir. Como seres humanos en ningún lugar del mundo somos ilegales”.

Entrevista con el director

¿Cómo surge la historia de La Jaula de Oro?
Era 2003, había leído un artículo de un periodista, Sam Quiñones, sobre una zona de tolerancia en Mazatlán y en un acto absolutamente irracional tomé un avión para allá, buscando la próxima historia para contar. Ahí conocí a un taxista, “El Toño”, en un club de esta zona, nos hicimos muy amigos, y acabé viviendo dos meses en su casa, al lado de las vías del tren. Todos los días llegaba un convoy lleno de migrantes, se bajaban del mismo y nos tocaban la puerta para pedirnos tortillas y agua, nos contaban unas cosas terribles: viajan sin nada, en el camino les van robando todo, muchos mueren, sin embargo, se entregan a una experiencia con la idea de ganar más dinero y enviárselo a sus familiares, sacrifican su vida por la gente que quieren. Me pareció que ellos eran héroes, sus historias una epopeya y su viaje una metáfora de la vida, una dramatización extrema de la existencia humana. Batallé mucho para hacer que la historia se sintiera real, que tuviera una estructura dramática, le di muchísimas vueltas, quizás por eso me llevó mucho tiempo realizarlo: quería hacer una mezcla entre documental y ficción pero hacerlo de una manera efectiva es complicado, al final me di cuenta que lo que necesitaba era concentrar en la figura de un niño los testimonios que había recopilado.
El proceso de investigación fue en diferentes lugares de los países emisores y de Estados Unidos como receptor de los migrantes, de esta mano de obra barata que necesita para que su máquina de producción funcione a todo tren. En esta etapa me di cuenta del sufrimiento que crea este muro y que la hipocresía de Estados Unidos es tremenda: te encuentras con familias divididas, madres a las que les quitan sus bebés, niños que son torturados y golpeados en el proceso de deportación para que firmen lo que ellos llaman “la salida voluntaria del país”, miles de personas en cárceles cuyo único delito ha sido traspasar una frontera absurda.

¿Cómo defines tu método de trabajo?
Con Ken Loach aprendí su sistema y lo apliqué en LA JAULA DE ORO. Es una forma de hacer cine que parte y trata de acercarse a la realidad, trabajando con no actores, en locaciones reales, se hace mucho uso de luz natural, sin zooms, sin grúas.
Me gusta ir a una comunidad y a partir de una investigación profunda, descubrir cuáles son las historias que quieren ser contadas, las tomas, las asimilas, les das una estructura dramática, provocas la identificación del espectador para generar una emoción; a partir de ahí empiezas el proceso, con el anhelo de llegar a otros.
El concepto de LA JAULA DE ORO fue que todo el equipo realizara el viaje que los migrantes hacen, escogimos las locaciones dentro de la ruta que ellos recorren, desde Guatemala hasta Estados Unidos, filmamos en continuidad y en formato súper 16 que es más ligero y cercano al documental clásico.
Los niños nunca leyeron el guión, cada día, antes de empezar, les leía un trocito de la escena que íbamos a hacer, así tuvieron una experiencia vital, les fuimos poniendo situaciones que los obligaban a vivirlas pero no les decía qué hacer ante ellas, tan sólo ser ellos mismos. Ken Loach me decía que la mejor dirección es la que no se dice, la indirecta, uno está ahí simplemente para provocar situaciones, para guiarlos y documentar, como un testigo.
La conexión de la mirada, que en el cine es muy importante, cada vez era más fuerte entre ellos, aunque estuviera la cámara y muchas personas detrás ella, parecía que era invisible, los actores estaban muy metidos en la escena.
En la película, en general, hay un punto de vista literalmente humano, la lente siempre está a la altura de un ser humano, con una visión parecida a la que tenemos, con su movimiento. Creamos un juego sutil en el que no evidenciamos que estamos en medio del proceso, es producir la ilusión de que el espectador está ahí, observando algo real, como si estuviera dentro de la carne de los protagonistas de la historia.
A mi me interesa esta división muy difusa entre la realidad y el cine, para mi la perfección cinematográfica no es tan importante, pasa a un segundo plano, lo primordial es cómo captar a unos personajes, una situación.
Yo creo que lo importante no somos nosotros, todos somos sustituibles de alguna manera, lo importante es nuestra función y la función primordial de este proyecto es comunicar a los demás el verdadero drama de la gente, desde las entrañas, como algo más intuitivo, y nosotros, ser un canal para que estas historias sean contadas. Pero lo más interesante es la intersección entre la vida de otros y la de uno, en los personajes de Juan y Chauk se concentran 500, 600 testimonios de migrantes, así como mis experiencias y sentimientos, la realidad aportada por los actores, por gente que colaboró en el proyecto. Esto se convierte en algo muy poderoso, maximizas el acto de comunicación que, en este caso, es transmitir que estos niños son héroes, pero también están llenos de humanidad, tienen defectos y errores. Quizá por eso, se siente que hay algo de verdad en el alma de la película, porque a pesar de que es una construcción, todos fuimos aportando parte de nuestra historia, tratamos de crear una verdad que es un conjunto de muchas verdades.

¿Qué temas exploras en la película?
La idea de que, al parecer, en muchos pueblos de pocos recursos económicos de Centroamérica y en México existe un ritual para hacerse hombre que es emprender la aventura y jugarse la vida yendo a Estados Unidos. A muchos niños es como si se los llevara la marea, es como una corriente que los arrastra al Norte, ellos simplemente continúan lo que han visto en sus padres y sus familiares.
También quise cuestionar el asunto de las barreras sociales, raciales, de nacionalidad. En el fondo todos somos iguales y todos tenemos las mismas necesidades, el mismo sueño de una vida mejor, aunque suene muy idealista.
Otro tema fue la concepción occidental del progreso que no sabemos a dónde nos está llevando; que le demos tanta atención a la economía o al materialismo ha provocado que hayamos creado un sistema económico tremendamente cruel, deshumanizado y alienante y que sigamos explotando a otros seres humanos. Por otra parte, explorar la idea que detrás de la migración hay un fenómeno de colonización y detrás de la colonización está la expulsión o el exterminio de un pueblo. Tras el problema migratorio hay un problema de ocupación del territorio del otro para explotarlo, lo que crea una división entre ciudadanos de primera y de segunda clase. Tenemos una historia muy larga de conquistas, desde los españoles, los ingleses, los aztecas; llevamos siglos tratando de dominarnos unos a otros mediante guerras y conquistas que siguen existiendo, lo mismo en Irak que en Afganistán. Me pregunto de qué hablan los dirigentes políticos y corporativos, a qué cambio y libertad se refieren cuando su único valor real es la avaricia y el enriquecimiento personal.
Lo que estoy tratando de comunicar es que es más importante conquistarse a uno mismo que al prójimo. Un poeta del grupo artístico Caja Lúdica de Guatemala me dijo que lo que tenemos que hacer es descolonizar nuestro pensamiento: si mi objetivo es aprovecharme de ti, usarte, nunca voy a cambiar a la sociedad; debemos girar hacia dentro, preguntarnos ¿qué hay en mi que intenta controlar al otro? ahí inicia la transformación, tratar de conquistarnos a nosotros mismos, dejar atrás nuestra avaricia, agresividad, egoísmo, la tendencia a pensar que todos son nuestros enemigos, la lucha entre nosotros, tenemos que empezar a trabajar juntos.

Uno de los protagonistas de la jaula de oro proviene de la cultural tzotzil, ¿qué te llamó la atención de este pueblo para reflejarlo en tu película?
El nombre de Chauk viene de mi amigo maya Chak que me enseñó su cosmogonía, una forma diferente de ver las cosas. Él me regaló el libro Canek, de Emilio Abreu Gómez, que es una joya poética y tiene una parte idealista y romántica pero está llena de realismo. Me pregunté: ¿Cómo puedo tratar de captar y comunicar la sabiduría de su pueblo, más conectado con la tierra, con la parte espiritual y poética de la existencia?.
Chak me decía que su abuelo le hacía preguntas que lo sacaban de su forma cotidiana de pensar, por ejemplo: ¿Cuál es el sueño de las nubes? La primera vez que uno se lo pregunta quiere contestar correctamente y realmente no hay una respuesta adecuada; él te podía decir: “Jugar con los peces en el río y acabar en el mar” pero el chiste es ver más allá, provocar una visión poética de la existencia, darle al universo otra dimensión, no la materialista en donde todo tiene una lógica y es una reacción química o física. Al final “¿Cuál es la verdad? Prefiero los misterios de la vida.”

Háblanos de la oposición entre Juan y Chauk, los protagonistas de la película:
Se me ocurrió contraponer a Juan, un personaje que sueña con llegar a Estados Unidos, que cree en el sueño americano, que quiere tener éxito en una sociedad materialista, con Chauk, que piensa de una manera totalmente diferente, más comunitaria, más consciente de su conexión con la tierra, del valor de la bondad. Entonces se produce un choque entre los dos que da pie a un aprendizaje, un cambio en el que es más egoísta.
Poco a poco va cayendo la armadura del ser idealizado en el que cree logrará convertirse cuando llegue a su destino, se transforma en alguien diferente porque se da cuenta que el individualismo es una ilusión, una mentira, que sólo no es nadie. Otra cosa interesante de esta estructura de mundos opuestos es que Juan representa lo racional, a la mente, y Chauk el corazón; a lo largo del viaje, Juan aprende a sentir. Quise que la gente se plantee esta idea contenida en el saludo tzotzil “¿K’uxi elan avo’onton?” (“¿Cómo está tu corazón?”), que la comunicación sea más a nivel de sentimientos que de procesos mentales. Creo que dentro de todos nosotros hay una parte que es más como Juan y otra Chauk.

¿Qué nos puedes decir de las metáforas presentes en el filme?
El tren es una metáfora del progreso, es parte fundamental de la cadena de montaje de una estructura industrial, carga todas las materias primas que nutren a la gran máquina y, en un grado extremo de cosificación del ser humano, lleva mano de obra barata que es totalmente desechable. Los migrantes viven en unas condiciones cercanas a la esclavitud en medio de un sistema que pregona la democracia y la libertad.


Nació en la Península Ibérica y fue criado en las ciudades de Burgos, Logroño y Barcelona. Ha vivido en el continente americano casi dos décadas. Su primer trabajo en la industria cinematográfica fue en 1995, en la película TIERRA Y LIBERTAD de Ken Loach como asistente de cámara del director de fotografía. Un año después, se mudó a los Estados Unidos para filmar COSAS QUE NUNCA TE DIJE, el segundo largometraje de Isabel Coixet. Ahí continuó su carrera, graduándose como director de fotografía en el Instituto Americano de Cine (AFI) con la beca de honor Anthony Hopkins/Amex. Su película de graduación como guionista/director de fotografía/director, “Una mesa es una mesa”, ganó el premio a la Mejor Fotografía dado por la Asociación Americana de Directores de Fotografía (ASC). Gracias a este premio pudo trabajar como operador de cámara para Rodrigo Prieto en la película 21 GRAMOS, dirigida por Alejandro González Iñárritu, lo cual le abrió las puertas para colaborar al lado de directores de cine como Fernando Meirelles (EL JARDINERO FIEL), Tony Scott, Cesar Charlone, Oliver Stone y Spike Lee, entre otros. En 2006, estrenó su segundo corto como guionista y director: “Quiero ser piloto”, el cual, tras participar en el festival de cine Sundance, ganó más de cincuenta premios internacionales. Ese mismo año dirigió en México su segundo corto documental: “La morena”. En 2010 ganó una de las becas dadas por Cinéfondation, la cual le permitió participar en el Atelier del Festival de Cine de Cannes e impulsó su primer largometraje, LA JAULA DE ORO.

Filmografía

LA JAULA DE ORO (2013)
La morena (2006), corto documental
Quiero ser piloto (2006), cortometraje
Una mesa es una mesa (2001) cortometraje