Comentarios del director
La historia
El guión se basa en el tipo de experiencia personal que no se suele compartir con otros. Ocurrió algo inesperado con las personas que leyeron la historia: también tenían una historia personal de ese tipo que compartir. De pronto, todos tenían algo que contar acerca del tema. Me quedé asombrado al descubrir que era una historia muy común que siempre se había escondido entre las sombras. Hablando con la gente oí historias realmente horribles. No usé ninguna para la película, preferí ceñirme a la que conocía bien, pero me ayudaron a entender la amplitud del fenómeno.
El guión
Escribí la primera versión en julio de 2006. Era bastante más larga que la versión final, tenía 160 páginas. Describía con mucho detalle la mañana en la residencia de estudiantes. También incluía la visita del padre de Gabita, la única escena que se cortó en el montaje. Decidí sacrificar una buena escena, llena de alusiones a la influencia paterna, para salvar la coherencia narrativa. Entretanto, Otilia se había impuesto como personaje principal. Seguí mejorando el guión durante el rodaje, sobre todo los diálogos, pero también reescribí algunas escenas. Tiendo a hacerlo cuando me he familiarizado con la localización y he repasado los diálogos con los actores. Añadí sustancia al núcleo de la película, las escenas con el Sr. Bebe, y dejé rienda suelta al ritmo de thriller de la última parte.
El contexto histórico
En 1966 fue impuesta en Rumanía una ley que prohibía el aborto. El efecto fue inmediato: la tasa de natalidad aumentó mucho después de 1966. La media de niños por clase pasó de 28 a 36. El número de aulas en los colegios aumentó de 2 ó 3 a 9 ó 10. Cuando fui al colegio, éramos varios Cristian en la clase, como si no hubiera bastantes nombres para todos. Las mujeres no tardaron en recurrir al aborto ilegal. Cuando llegó el final de la era comunista, fuentes fidedignas afirman que más de 500.000 mujeres habían muerto por abortar ilegalmente. En este contexto, el aborto perdió su connotación moral; se veía más como un acto de rebelión y resistencia contra el régimen. Después de 1989,una de las primeras medidas fue volver a legalizar el aborto. Hubo casi un millón de abortos durante el primer año, mucho más que ?en cualquier país de Europa. Todavía hoy el aborto se usa como método anticonceptivo en Rumanía, con más de 300.000 casos declarados anualmente.
El reparto
Solo tenía claro a un actor cuando redacté el guión, a Vlad Ivanov, que hace el papel del Sr. Bebe. Había trabajado con él en un anuncio un año antes y me había quedado asombrado por su energía y su atención por los detalles. Vi a otros actores para el papel, pero solo sirvió para reforzar mi opinión. Durante el rodaje, era capaz de recitar hasta diez páginas de diálogo sin cambiar una sola palabra, exactamente con la entonación, el tono, las pausas y los gestos que habíamos acordado antes.
Quise trabajar con Laura Vasiliu (que hace el papel de Gabita) en mi primer largo, Occident, pero no pudo ser. Más tarde trabajamos juntos en anuncios y vi que era capaz de generar mucha emoción. Al principio tuve mis dudas, no me parecía bastante joven para el papel, pero se encargó de disiparlas gracias a su convincente interpretación.
Una semana antes de empezar a rodar seguía sin tener a la actriz principal. Ya no sabía qué hacer. Había visto a todas las actrices rumanas entre 18 y 28 años, pero no tenía a nadie para el personaje. Entonces decidí traer a Anamaria Marinca desde Londres. Se había mudado a Inglaterra después de ganar un BAFTA por su primera película. Dado que teníamos un presupuesto realmente bajo, podía parecer un gasto inútil pagar un billete de avión, pero decidí que valía la pena intentarlo. Nuestra primera reunión fue de noche, en cuanto llegó desde el aeropuerto, y fue una gran desilusión. Anamaria no tenía nada que ver con mi personaje. Sin embargo, el día siguiente, cuando leímos las escenas juntos, la transformación fue asombrosa. El personaje hablaba por la boca de Anamaria, como si estuviera poseída. Es una gran actriz.
La interpretación
Siempre me empeño en que los actores se aprendan los diálogos de memoria. Tienen la oportunidad de comentar los diálogos durante los ensayos. Cuando se saben el diálogo, les animo a que su pronunciación no sea exacta para que parezca más natural, más hablado. Los técnicos de sonido me odian porque dejo a los actores que hablen en voz baja si eso les ayuda a dar más naturalidad al diálogo.
Si de algo estoy realmente contento de la película, es de la interpretación. Alguien me dijo, después del primer visionado informal, que si se escuchaba a los personajes desde otra habitación, parecían personas hablando en un vídeo casero. Me pareció el mejor cumplido que me podían hacer.
Los decorados
Solo ruedo en decorados naturales, no me gusta trabajar en un plató. También quiero que esos decorados tengan una historia y la cuenten. Me gustan tanto los decorados naturales que intento mostrarlos en su totalidad. La mayoría de las tomas de la película son ángulos de 180, 270 e incluso 360 grados para enseñar el decorado natural. Cuando se rueda, hay muchos cables por el suelo, focos, un generador, el monitor del director, etcétera. Si hay que hacer un barrido de 360 grados con la cámara, todo un equipo tiene que correr en silencio para moverlo todo. A veces, verlos es francamente cómico. Dado que decidimos hacer una sola toma por escena en la mayoría de los casos, había momentos en que la cámara seguía al actor durante cien metros, empezando en una calle hasta que entraba en un edificio. Es muy difícil rodar así, pero se consigue una gran naturalidad. Merecía la pena hacerlo.
El atrezo
Quería hacer una película acerca de unos personajes y una historia, no acerca de un momento en el tiempo. Para mí el periodo solo era el contexto, nunca el tema principal de la película. Intenté respetar y recrear la realidad dentro de nuestras posibilidades, pero tampoco hice hincapié en los estereotipos del último momento del comunismo en Rumanía. Todos los objetos de la época están en la película: el autobús que funcionaba con unos cilindros en forma de bomba; los Lästun, el coche rumano que a menudo era comparado con una plancha; los cubos de basura; las paredes cubiertas de libros. Tampoco me olvidé de las costumbres.
Rodar una película de época
Los ochenta ya se consideran “de época”. Las ciudades han sufrido grandes cambios. Hay siete veces más coches que entonces en Bucarest; la ciudad está llena de anuncios multicolores; la mayoría de los edificios tienen aire acondicionado, parabólicas, etcétera. En los ochenta no había farolas en las calles; el único canal de televisión solo emitía durante dos horas; había muy poca gasolina para los coches, y la atmósfera era triste y gris en general. Eso explica la graduación lumínica de la película.
La estética de la película
Antes de empezar a rodar, hablé con Oleg Mutu, mi socio y director de fotografía, para saber qué estilo sería mejor para la película. Decidimos inclinarnos por la sobriedad y desechar todo lo que pudiera parecer ensayado o convencional. No usamos trípode, pero tampoco una steadicam. No usamos travellings ni grúas. Decidimos rodar cada escena con una sola toma y permitir al actor que usara el espacio detrás de la cámara. Nunca hicimos panorámicas ni inclinamos la cámara para ver la cara de un actor. Hay diálogos hablados fuera del encuadre o con actores con la cabeza fuera del plano. Decidimos rodar a los actores de espaldas si era necesario. Poco a poco, abandonamos todo lo que podía considerarse demasiado bonito, demasiado ensayado, incluso la maravillosa nieve que cae al final de la última toma. Intentamos concentrarnos en capturar la emoción y la verdad.