Háblenos del origen de la película, ¿cómo nació el proyecto?
Mis estudios me encaminaban a ser guionista. Pero a los 37 años me entraron ganas de ver una de mis historias en la gran pantalla. No disponía de dinero, por lo que el presupuesto debía ser muy restringido. Quería escribir un guión con un número limitado de localizaciones y de personajes. Un día me hablaron de una mujer bastante conservadora que aceptó una relación sadomasoquista con tal de no perder a su amante. La idea me llamó la atención; y el guión llamó la atención de una joven empresa de producción. Así fue.
¿Cómo describiría a Arturo y a Laura?
Se trata de dos personajes bastante solitarios, encerrados en sí mismos. Pertenecen a una sociedad donde el sexo se considera más bien una actividad recreativa y no el medio para instaurar o explorar la intimidad. Sin embargo, es lo que más echan en falta, una auténtica conexión con otro ser humano.
¿Considera importante que Laura sea una mexicana de origen indio?
Sí. Me interesan los personajes marginales que viven y mueren fuera de los círculos de poder, y que construyen su existencia en el espacio que les dejan. Quinientos años después de la conquista española, la división socioeconómica en México sigue estrechamente ligada a la fractura racial del país. El cinco por ciento que compone la población más rica suele ser de ascendencia europea, y el setenta por ciento más pobre procede, en su conjunto, de comunidades indias. La película describe la relación de poder entre un hombre y una mujer, pero en muchos aspectos también es una metáfora acerca de la compleja dicotomía entre verdugo y víctima que, a mi entender, habita en el corazón de la identidad nacional mexicana.
A partir de un encuentro casual de una noche, la historia de Laura y Arturo evoluciona hacia una relación amorosa violenta y dependiente.¿Qué esperan encontrar los personajes en esta relación?
Margaret Atwood dijo: “Los que dicen no querer nada lo quieren todo”. Y así funciona Laura. Al doblegar su voluntad en beneficio de la de su amante, espera poder conservarlo para siempre. Pero entregar el poder total a alguien no significa necesariamente que sea poderoso.
Arturo se lanza a la búsqueda de más sexo y más adrenalina. A medida que se mete más en la relación, le va aspirando un torbellino de deseos insatisfechos.
En la historia, ¿quién domina, quién manipula a quién?
Desde el principio, Laura domina en la pareja. A pesar de las apariencias, ella tira de los hilos.
¿Por qué decidió rodar en un solo decorado, el apartamento de Laura? Y háblenos de dos elementos escenográficos de gran importancia: el retrato del padre y el calendario.
El hogar es una metáfora del alma. La película explora los rincones de la mente de Laura. Cambiar de decorado solo habría servido para liberar la tensión acumulada. Además, esta promiscuidad constante coloca al espectador en el mismo estado de aislamiento que Laura.
El calendario y la foto del padre de Laura nos remiten al verdadero resorte psicológico de la depresión de la joven y de su autoflagelación sexual: la relación marcada por la culpabilidad que tenía con su fallecido padre.
Mónica del Carmen (Laura) y Gustavo Sánchez Parra (Arturo) son maravillosamente “corrientes”; son como todo el mundo. ¿Cómo fue el trabajo con los actores?
No hubo ensayos. Gustavo rodaba otra película y disponía de muy poco tiempo. Apenas tuvimos unas horas para hablar mientras comíamos, en vísperas del rodaje. Pero es un auténtico placer trabajar con una persona tan talentosa y tan profesional. Hablamos un poco del carácter de su personaje y con eso le bastó. Se hizo con él inmediatamente.
En cuanto a Mónica, el día de la prueba me hizo llorar. Sabía que podía contar con su inmenso talento como actriz. No le pedí que se aprendiera los diálogos a la perfección, sino más bien que entendiese todos los aspectos del personaje. Trabajamos juntos casi todos los días durante dos meses antes de empezar a rodar. Estudiamos el guión hasta el último detalle, cada palabra, cada diálogo, cada gesto. Me hizo muchísimas preguntas hasta que consiguió conocer al personaje tan bien como yo. Más aún, tengo la impresión de que mejor que yo.
Las escenas de sexo son crudas y púdicas a la vez. ¿Cómo consiguió que los actores se entregaran hasta ese punto? ¿Y cómo consiguió comunicar esa sensación al espectador?
Tenía delante de mí a dos actores extraordinarios. Implicados y concentrados al cien por cien. Ambos entendían por qué deseaba rodar la película de este modo; creían en el proyecto y estaban dispuestos a darlo todo con tal de que saliera bien. Depositaron su confianza en mí y se entregaron al ciento diez por cien. Siempre les estaré agradecido.
Quería que el sexo pareciera real y, a la vez, que estuviera desprovisto de erotismo. En el cine estamos acostumbrados a ver escenas de sexo con muchos primeros planos y fundidos con música romántica de fondo. Puede que se aproxime a nuestra experiencia subjetiva de la realidad, pero si uno se sienta en un dormitorio y mira a dos personas fornicando en una cama, no tiene nada que ver. Hay sudor, gemidos, saliva… No es tan bonito de contemplar como, digamos, un ballet. Y es lo que he querido mostrar: el acto sexual en toda su crudeza, contemplado con frialdad. Los planos abiertos y la ausencia de movimientos de la cámara no tienen por objetivo borrar el romanticismo o el erotismo de la acción. Simplemente quise mostrar el acto tal como es.
¿Calificaría AÑO BISIESTO de historia de amor?
Desde luego.
AÑO BISIESTO es su primer largo, y fue seleccionado por el Festival de Cannes. ¿Tiene algún otro proyecto en mente?
Ya me sentía feliz por haber sido seleccionado. Fue un honor y algo enorme para mí. Pero ganar la Cámara de Oro lo fue aún mucho más. Ojalá el Festival me haya abierto puertas para producir mi segunda película, Naturalezas muertas. Me gustaría montar el proyecto conjuntamente con una productora australiana.
Usted es australiano, pero ¿se siente un realizador mexicano? Y como australiano, ¿ve a la sociedad mexicana de otro modo?
Me siento mexicano… Hace 16 años que vivo en México. Escribí el guión en español, con personajes mexicanos, y se ha rodado con subvenciones nacionales, con una distribuidora mexicana y un equipo totalmente mexicano. Sin embargo, soy consciente de que, desde el punto de vista del relato, mi sensibilidad se forjó en Australia. Ya escribía cuando llegué a México. Desde luego, creo que el hecho de haber nacido en otro país me aporta una cierta perspectiva de la sociedad mexicana que pocos mexicanos tienen.