ENTREVISTA CON LA DIRECTORA, JULIE BERTUCCELLI

¿Qué le hizo llevar a la gran pantalla la novela superventas de Judy Pascoe?
Siempre había querido adaptar El barón rampante, de Italo Calvino, pero ya que no era posible, empecé a buscar una historia con un árbol; se convirtió en una obsesión. Un primo mío me regaló Our Father Who Art in the Tree (Padre nuestro que estás en el árbol), de Judy Pascoe. Fue una revelación. El árbol es la figura central de la historia; el tema me motivó y me inspiró hasta el punto de empezar a imaginar mi segunda película.
Pero una productora australiana, Sue Taylor, ya había adquirido los derechos. Mi productor Yaël Fogiel y yo nos pusimos en contacto con ella. Vio mi primera película, Depuis qu’Otar est parti, y empezamos a trabajar. El libro está escrito desde el punto de vista de la niña, pero preferí escribir el guión desde el punto de vista de la madre. Quería hacer una película para adultos, con ternura y humor. La historia flirtea con la posibilidad de un mundo sobrenatural, y al mismo tiempo está profundamente anclada en el realismo y la simplicidad.

¿Por qué decidió rodar en Australia?
No solo porque la historia fue escrita en Australia. La película usa la fuerza primitiva de los seres y de los elementos, y a la naturaleza como un reflejo de los sentimientos. Por eso nos pareció imperativo rodar en Australia, donde la naturaleza y sus excesos son asombrosos. Como realizadora francesa que observa a ese país desde la distancia, vi ciertas ventajas en que la historia transcurriera en las antípodas, como en el libro, en un escenario alejado de Francia, de mi casa, incluso de mí. El hemisferio sur, al otro lado del mundo, representa una cultura diferente, como la vegetación, el clima, el entorno. Todas estas diferencias enriquecen la historia y subrayan su universalidad. El duelo es similar al exilio, hay que arrancarse del otro, de una parte de uno mismo. Es un viaje que debe hacerse en solitario para despedirse del otro, aunque se le lleve dentro, como un exiliado que intenta mantener el contacto interior con sus raíces.

¿Qué es lo que más le fascinó de esta historia?
Dos cosas: cómo se trata a la muerte y cómo la tristeza empuja a los personajes hacia otro lugar, a buscar consuelo en su imaginación. Simone, la niña, rehúsa sentirse triste e intenta encontrar otro modo de aceptar la muerte de su padre. En cierta forma, es lo mismo que mi película anterior, con la diferencia de que entonces era mentira, se trataba de esconder la muerte. EL ÁRBOL es el poder imparable de la vida imponiéndose a la tristeza. La voz del padre no se oye nunca; no es más que un susurro, una mezcla de rumor de hojas, ruidos de animales y viento, algo similar a un murmullo inaudible que hace dudar, pero que nunca llega a ser irreal. Las raíces del árbol parecen crecer muy deprisa, pero es realista debido a la sequía en la zona. Al igual que en la vida, existe un equilibrio entre la poesía y la sensibilidad, la duda y el misterio, la imaginación y la realidad, la emoción y el humor, la ligereza y la tristeza.

El árbol es el personaje fundador, central. ¿Cómo lo encontró?
Siempre habíamos pensado en una higuera de la bahía Moreton. El libro transcurre a las afueras de Brisbane, y nos pareció un buen sitio para empezar. Pero hay cientos de higueras por allí. Debíamos encontrar la higuera perfecta, lo que representaba un reto importante. No podía estar rodeada de otros árboles, debía tener espacio libre a su alrededor para poder construir la casa. La conexión entre el árbol y la casa es crucial. También debía ser grande: la historia trata de la naturaleza, y la naturaleza siempre es mayor que los seres humanos, sobre todo en el continente australiano. Pero además, no solo quería un árbol grande, sino un árbol expresivo, que comunicara misterio, miedo y belleza. La solución más simple habría sido construir un árbol falso que encajara con lo que quería, pero desde el principio me empeñé en que estuviera vivo, que fuera natural, orgánico y real. Insistí en ello.
El árbol que escogimos es asombroso porque reúne todas estas cualidades, y también porque es muy atractivo. Es un árbol al que un niño puede trepar y al que querría trepar. A veces había hasta 20 personas encaramadas al árbol, pero era perfectamente seguro. Al subir la colina, aparecía el árbol y detrás del árbol, un paisaje asombroso.

¿Hasta qué punto le influye su experiencia como realizadora de documentales?
Al rodar un documental suelen pasar cosas imprevistas. En una película de ficción también pasan, pero es diferente. Por ejemplo, estábamos rodando en la playa cuando el parte meteorológico anunció una tormenta de polvo para el día siguiente. Nos apresuramos a acabar para volver a tiempo al árbol, que no estaba cerca, para capturarlo en plena tormenta e integrar la escena a la película. Nunca es lo mismo con una máquina de viento.

¿Cómo encontró a Morgana Davies, la niña que interpreta a Simone?
Fue difícil encontrar a la niña adecuada que pudiera encarnar al personaje durante las nueve semanas de rodaje. Con Morgana no lo dudé, es asombrosa, conmovedora, preciosa y fuerte. No siempre se toman decisiones con la cabeza. Nos pasó lo mismo con el árbol. De golpe supimos que lo habíamos encontrado. El proceso fue muy largo; vi a más de doscientas niñas y más de mil árboles.

¿Y Charlotte Gainsbourg?
Al principio no pensé en Charlotte porque me parecía demasiado joven para el papel. Había olvidado que era madre. Era perfecta para Dawn como madre, mujer y casi niña a la vez. Charlotte es una de las actrices más asombrosas que conozco. Tiene mucha presencia, es encantadora y elegante. Basta con decirle unas cuantas palabras para que se meta dentro del personaje. Ilumina las escenas en las que está. Fue un regalo para esta película.

BIOGRAFÍA

Empezó trabajando en el cine como ayudante de dirección con realizadores como Krzysztof Kieslowski, Bertrand Tavernier, Otar Iosseliani, Rithy Panh y Emmanuel Finkiel. Ha dirigido varios documentales.

Su primer largometraje, Depuis qu’Otar est parti, escrito y dirigido por ella, ganó varios premios, entre los que destacaremos el Gran Premio de la Semana Internacional de la Crítica de Cannes 2004 y el César a la Mejor Opera Prima.