¿Cómo surgió la idea de EL HAVRE? ¿Se debe a la terrible situación por la que pasan las personas que dejan sus países de origen? ¿O simplemente le apetecía rodar otra película en Francia?
La idea me vino hace unos años, pero no sabía dónde rodar la película. En realidad, la historia podría transcurrir en cualquier país de Europa, excepto en el Vaticano, o quizá allí más que en ningún otro sitio. Por lógica, habría debido rodar en Grecia, Italia o España porque son los tres países donde la presión es mayor. Recorrí toda la costa desde Génova a Holanda, y descubrí lo que quería en la ciudad del blues, el soul y el rock’n’roll, en El Havre.
El lema de Francia es “Libertad, igualdad, fraternidad”. Pero me parece que de las tres palabras, solo se quedó con “fraternidad”.
Las otras dos siempre han sido demasiado optimistas. Pero la fraternidad se encuentra en cualquier parte, incluso en Francia.
La fraternidad existente entre los habitantes del barrio de pescadores de El Havre salva al chico, pero ya no existe en la vida real, ¿verdad?
Espero que exista, o si no, ya estamos viviendo en la sociedad de hormigas de que solía hablar Ingmar Bergman.
Tengo la sensación de que cuanto más violento se hace el mundo, más crece su fe en el ser humano. ¿Se ha vuelto desesperadamente optimista?
Siempre me ha gustado más la versión del cuento en la que Caperucita Roja se come al lobo, pero en la vida real prefiero los lobos a los pálidos hombres de Wall Street.
¿Habló con emigrantes para escribir el guión?
En esta ocasión no, pero en otras, desde luego.
Ha escogido a un adolescente africano para simbolizar la emigración. ¿Considera a la juventud un símbolo de esperanza?
No hay símbolos en el cine que hago, pero en general confío en los jóvenes más de lo que suele hacer la gente de mi edad, y eso tampoco es mucho. Pero confié sin la menor duda en Blondin Miguel, el actor que interpreta al chico.
En esta película, ha ampliado su familia de actores. Está Jean-Pierre Darroussin, por ejemplo. Pero se tiene la sensación de que siempre ha formado parte de la familia.
Claro, siempre estaba, pero hasta ahora no le había dejado trabajar delante de la cámara. Se dedicaba a recoger, limpiar, esas cosas…
¿Fue un reto dirigir a actores franceses?
Únicamente un privilegio.
Al igual que en La vida de bohemia, parece buscar la Francia eterna e incambiable de posguerra, de los años cincuenta. ¿Siente nostalgia por esa época?
No, pero soy lento. La arquitectura moderna me hace daño a los ojos. Aunque los años setenta ya empiezan a parecerme elegantes… de vez en cuando. Por suerte siempre hay un ayer.
¿Pasa lo mismo con algunas de sus referencias cinematográficas, Robert Bresson, Jean Becker, Jean-Pierre Melville, Jacques Tati, René Clair, Marcel Carné? Parece que hay un trocito de cada uno en sus películas.
Eso espero, porque yo no he aportado nada… Estudié algunas de las películas de Marcel Carné, pero no podía robar mucho sin saltar del cuento de hadas seudorealista al melodrama totalmente serio.
También hace trabajar en la película a un cantante francés, Little Bob. ¿Es una auténtica referencia musical para usted?
El Havre es como el Memphis, Tennessee, francés, y Little Bob, también llamado Roberto Piazza, es el Elvis de este reino mientras Johnny Hallyday se quede en París, e incluso si se desplazara, la lucha valdría la pena.
Entrevista por Christine Masson