UNA CONVERSACIÓN CON FRANÇOIS OZON
¿Cuál es el punto de partida de Joven y bonita?
Después de En la casa y de lo mucho que disfruté dirigiendo a Ernst Umhauer y a Bastien Ughetto, me apetecía volver a trabajar con actores jóvenes. Mis primeros largos y cortometrajes hablan mucho de la adolescencia, pero a partir de Bajo la arena empecé a trabajar con actores de más edad. Joven y bonita nace de mis ganas de filmar a la juventud actual. Y como acababa de trabajar con chicos, me apetecía hacerlo con una chica.
Isabelle no es una chica cualquiera, se prostituye.
La película gira, sobre todo, en torno a lo que significa tener 17 años y sentir cómo se transforma el cuerpo. El cine suele idealizar la adolescencia. Para mí fue un periodo complicado, de sufrimiento y de transición, del que no siento la menor nostalgia. No quería mostrar la adolescencia como un momento sentimental, sino más bien como un momento casi hormonal; algo fisiológicamente muy poderoso ocurre en nuestro interior, pero al mismo tiempo nos sentimos anestesiados. Por eso violentamos nuestro cuerpo, para sentirlo e ir más allá de los límites. La prostitución era una forma de exacerbar este aspecto, de mostrar que la adolescencia plantea ante todo cuestiones relativas a la identidad y a la sexualidad. Una sexualidad aún no conectada con los sentimientos.
Isabelle procede de una familia acomodada, no se prostituye por necesidad económica… No se prostituye para sobrevivir ni para pagar sus estudios, sino porque siente la necesidad visceral de hacerlo. También habría podido drogarse o ser anoréxica, cualquier cosa, mientras fuera secreta, clandestina, prohibida. La adolescencia es un periodo baldío en el que todo es posible. Y eso es lo más apasionante, lo que Rimbaud describe en el poema: “La seriedad no existe a los 17 años”. Existe una apertura hacia el mundo sin consideraciones morales.
Más que explorar el placer, choca contra su ausencia, sobre todo cuando pierde la virginidad.
Hablando con Marina de Van, tuve la idea del desdoblamiento en el momento crucial de la pérdida de la virginidad. Esa sensación puede sentirla tanto una chica como un chico cuando descubre la sexualidad; se está aquí y, a la vez, en otra parte, como un observador. La escena me permite preparar a los espectadores para la doble vida de Isabelle.
La película empieza con Isabelle observada por su hermano pequeño a través de unos prismáticos… Esa mirada que viola su intimidad la transforma, ya de entrada, en objeto.
Desde luego. El comportamiento de Isabelle hace que la miren y tiene profundas repercusiones en su entorno. He querido que cada estación empiece a través de la mirada de uno de los personajes. El verano, desde el punto de vista del hermano pequeño; el otoño, del cliente; el invierno, de la madre, y la primavera, del padrastro, aunque cada vez volvamos rápidamente a Isabelle. Quería adentrarme en la película mediante circunvoluciones estructuradas alrededor de las cuatro estaciones.
También hay una canción de Françoise Hardy para cada estación.
Sí, me gusta dibujar un marco formal dentro del que disfruto de libertad total. La historia transcurre en un año escolar. Las canciones puntúan la película. Es la tercera vez que utilizo temas de Françoise Hardy después de incorporar “Traüme” en Gotas de agua sobre piedras calientes y “Message personnel” en Ocho mujeres. Sus canciones me gustan porque reflejan el amor adolescente: un amor desgraciado, desilusionado, romántico… Me pareció interesante sincronizar esta versión icónica con un retrato más crudo de la adolescencia. En el fondo, Isabelle también tiene ganas de adherirse a un modelo de adolescencia sentimental e idealizada, como la que desean sus padres, pero antes debe encontrarse a sí misma, enfrentarse a los deseos conflictivos que habitan en ella. Solo entonces podrá enamorarse.
Las escaleras mecánicas del metro, los pasillos del hotel… Juega con la recurrencia de los decorados, los trayectos que llevan a Isabelle hacia sus clientes.
Al igual que cualquier experiencia clandestina, se convierte en un ritual a través del vestuario, del decorado recurrente. Isabelle se divierte contactando con el cliente a través de Internet, pensando en cómo será, en lo que va a cobrarle… Se lo dice claramente al psicoanalista, apenas siente nada, pero le excita la vertiente de aventura de la prostitución, la tensión provocada por una experiencia prohibida que rompe la rutina de su vida adolescente. Es algo que he mostrado en otras películas mías, el deseo que tiene un personaje de evadirse de la realidad. Al final, algunos espectadores creen que volverá a prostituirse porque es una adicción, una droga.
La prostitución adolescente es un fenómeno de la sociedad actual. ¿Cómo enfocó la historia sin caer en lo sociológico?
No tuve más remedio que documentarme. Ha habido muchos cambios desde mi adolescencia, sobre todo en lo que respecta a los medios de comunicación. Los móviles e Internet juegan un papel preponderante en el descubrimiento de la sexualidad. Me documenté, hablé con miembros de la brigada de menores, con otros policías especializados en las nuevas prostituciones y con el psicoanalista Serge Hefez, que se dedica a adolescentes con problemas. Necesitaba material para confirmar mis hipótesis y alimentar la película. Al final, me alejé de todo lo anterior para introducir apuestas ficticias.
El padre no está, pero no usa su ausencia para explicar el comportamiento de Isabelle.
No, me limito a dejar pistas para que el público las use si le apetece. Hay múltiples razones por las que Isabelle se comporta así, y cada uno puede interpretarlo como le plazca. Me gusta que el espectador tenga la posibilidad de elegir. Yo mismo veo a Isabelle como un misterio. No voy por delante de ella, me limito a seguirla, cual entomólogo que acaba enamorándose de un insecto. Isabelle habla poco de sí misma. Quizá me interesaba más acompañarla, identificarme con ella. Es fácil reconocerse en muchas de las preguntas que se hacen Isabelle y sus padres, probablemente porque están sacadas de la realidad y las hacen actores muy entregados. Los personajes se desestabilizan por una situación compleja y se esfuerzan en la medida de sus posibilidades.
¿Cómo enfocó las escenas sexuales?
Mi idea era que fueran realistas, pero nunca degradantes ni sórdidas. No quería realizar un juicio moral. Es obvio que algunos clientes tienen desviaciones, pero ante todo quería enseñar cómo se adapta Isabelle a los gustos de sus clientes. Es el receptáculo del deseo de los demás, pero ella desconoce el suyo. También es más cómodo para ella que los demás sientan deseo y ella no. No quise embellecer la realidad, pero es posible que Isabelle lo haga.
Hay un cliente diferente, Georges.
Sí, hay algo entre Isabelle y Georges. No es improbable que sienta placer con él. La toca, la mira, es una relación tierna, nada mecánica como con los otros clientes. A pesar de su edad, Georges es muy seductor; la sexualidad es posible con él. Por eso escogí a Johan Leysen para encarnarle. Debíamos creernos que podía gustar a Isabelle. Johan tiene un bello rostro surcado de arrugas, una voz y un acento encantadores. Recuerda a los actores estadounidenses tipo Clint Eastwood.
¿Qué le hizo escoger a Marine Vacth para el papel de Isabelle?
Ocurrió muy deprisa, como me pasó con el joven actor de En la casa. Enseguida me di cuenta de que era mejor trabajar con una actriz algo mayor que el personaje para conseguir madurez y distanciamiento en la interpretación.
Había visto a Marine en Ma part du gâteau, de Cédric Klapisch. Nada más conocerla, noté en ella una fragilidad tremenda y, a la vez, mucha fuerza. Volví a sentir lo mismo que cuando filmé la piel y el rostro de Charlotte Rampling en Bajo la arena. Hay algo más detrás de su apariencia física. Su belleza enmascara un misterio, un secreto que despierta la curiosidad, las ganas de saber más.
Es su primer papel protagonista.
Es un papel difícil. Trabajamos mucho antes del rodaje, leímos el guión en repetidas ocasiones, ensayamos con los otros actores. Insistí en que participara en la preparación, en la selección del vestuario, en que siguiera la transformación del guión. Debía fiarse de mí, saber adónde iba, sentir cierta complicidad con sus compañeros, sobre todo con Géraldine Pailhas y Fantin Ravat… Ser modelo le da mucha libertad con su cuerpo, lo utiliza como una herramienta. No tiene el pudor de otras actrices.
El personaje de la madre es muy importante.
Sí. En un momento dado, incluso pensé en inclinar la historia más hacia ella, hacia su reacción ante la vida sexual y nada amorosa de su hija. En este caso, la prostitución acentúa la pregunta, pero todos los padres se la plantean: ¿Qué despierta la llegada de la sexualidad en la vida de sus hijos? ¿Qué miedos, qué angustias? ¿Hasta qué punto pueden los padres conocer la vida privada de un hijo, hasta dónde puede intervenirse?
¿Cómo concibió la pareja madre-hija?
Quería que no se llevaran muchos años, sin por eso ser una madre-amiga. También debía ser una madre “perfecta” para que no se pensara que Isabelle se prostituye como consecuencia de la relación entre ellas dos.
Es una mujer muy moderna que se parece a las madres de mi generación. La quería guapa, sexualmente satisfecha y sin el menor atisbo de rivalidad entre madre e hija, al contrario de lo que suele ocurrir en el cine actual. La relación no se basa en eso. Ni siquiera cuando sorprende a Isabelle charlando con su padrastro duda de su fuerza como mujer. No quería contar la historia de una hija que ocupa el lugar de la madre.
¿Por qué escogió a Géraldine Pailhas para el papel de madre?
Después de encontrar a Marine, busqué a una actriz que se pareciera a ella para hacer de su madre. Quería a una mujer con fibra maternal espontánea. Conocía a Géraldine, ya habíamos trabajado juntos en 5x2 / Cinco veces dos. Hicimos unas pruebas y todo fue muy bien, se conmovía con el papel y se proyectaba en la historia. Se entregó de lleno. Protegía a Marine, había una auténtica complicidad entre las dos sin el menor atisbo de rivalidad.
Ni tampoco con la mujer de Georges.
No, Charlotte Rampling, que interpreta a la mujer de Georges, incluso puede reconocerse en Isabelle. Como también ocurre con Géraldine. Ambas empezaron a actuar a una edad muy temprana e hicieron papeles muy comprometidos. Sentí que había una especie de transmisión entre ellas.
Solo podía ser Charlotte, sobre todo después de escoger a Marine. Ha interpretado muchos papeles transgresores, y a menudo se la ve como la encarnación de las fantasías sexuales en el cine. Era perfecta para dar vida a la mujer que comprende a Isabelle, que no la juzga.
FILMOGRAFÍA DE FRANÇOIS OZON
2013 JOVEN Y BONITA
2012 En la casa
2010 Potiche, mujeres al poder
2010 Mi refugio
2009 Ricky
2007 Ángel
2006 Un lever de rideau (Cortometraje)
2005 El tiempo que queda
2004 5X2 / Cinco veces dos
2003 Swimming pool
2002 8 Mujeres
2001 Bajo la arena
2000 Gotas de agua sobre piedras calientes
1999 Amantes criminales
1998 Sitcom
1997 Regarde la mer/See the sea (Mediometraje)