¿Cómo fue el encuentro con François Ozon?
Todo resultó muy sencillo. Hicimos unas pruebas y luego me leí el guión. La historia me emocionó, me pareció fuerte, clara, pero necesitaba que François me tranquilizara, que me explicara cómo me filmaría, qué estética me impondría. Enseguida me sentí cómoda con él. Me gusta esa chispa de picardía en su mirada, su forma de tratar a todos por igual en el trabajo. No me sentí aplastada por la autoridad del director ni tampoco colocada en un pedestal.
Cuando François decidió que haría el papel, me pidió que estuviera presente en las pruebas con los otros actores para ayudar con el casting. Quería vernos a Géraldine y a mí juntas para asegurarse de que la relación madre-hija funcionaba. También con Fantin, que hace el papel de mi hermano pequeño, y eso me ayudó a meterme en el papel de Isabelle.
¿Cómo entendía el personaje de Isabelle?
No diré que me identificaba con ella, pero me conmovía, tenía ganas de estar con ella. Al interpretarla, obligatoriamente puse parte de mí misma en el personaje.
¿Opinó acerca del aspecto físico de Isabelle?
No, pero François y yo hablamos mucho. Antes del rodaje me pidió que no me cortara el pelo y que engordara un poco para tener un aspecto más adolescente. Isabelle no es coqueta, no le va la seducción, no le preocupa la moda. La diseñadora de vestuario Pascaline Chavanne y yo hicimos muchas pruebas hasta encontrar el look perfecto para cada estación: muy “muchacha en flor” para el verano; más glamuroso y sexy para el otoño, cuando se prostituye, y “a lo garçon”, sin artificios femeninos, al final. No es una chica actual, es una chica sin más. Tiene un lado atemporal, y François no quería bajo ningún concepto que la película se convirtiera en un tratado sociológico acerca del fenómeno actual de las estudiantes que se prostituyen para seguir sus estudios.
¿Y su encuentro con Georges?
Creo que es un periodo importante en el año que muestra la película y del que sale transformada. Estando con él, siente que la miran por primera vez. Hay ternura entre los dos, con él descubre otra manera de moverse, una especie de intimidad, una relación con el placer, con el erotismo. Posiblemente se abandone con él porque se siente protegida por la diferencia de edad y porque su relación tiene un precio. Entre ellos no hay nada posible. Y Georges ocupa un lugar importante en su vida porque le provoca un choque terrible. Se sentirá culpable por él, lo que detendrá su trayectoria en la prostitución.
A Isabelle le cuesta comunicarse con su madre, y su padre no está…
Sí, pero no me parece un problema. Nunca pensé en la cuestión del padre ausente hasta que el psicoanalista la plantea. A François se le da muy bien dejar indicios psicológicos sin que los personajes deban atenerse a esos indicios.
¿Cómo fue el rodaje?
Muy alegre y agradable. Sentí que trabajábamos en equipo. Todos íbamos en la misma dirección. Me gusta el lado pragmático de François, su forma de pasar de una escena a otra, de sumergirse en el trabajo de modo concreto, sin cumplidos inútiles. Fue duro porque aparezco en casi todas las escenas, pero siempre me sentí protegida.
¿Cómo se enfrentó a los desnudos?
Al principio tenía un poco de miedo, pero acabé rodando esas escenas como cualquier otra. Estaba tan metida en el personaje que me olvidé de mí misma. Dos meses de rodaje… Nunca me había implicado a tan largo plazo. Rodamos casi toda la película en orden cronológico. Cuanto más avanzábamos, más conocía a Isabelle.
Después de 5x2 / Cinco veces dos, ¿cómo ha sido el reencuentro con François Ozon?
Antes de ofrecerme el papel, François quería estar seguro de que había un cierto parecido entre Marine Vacth y yo, pero me mandó el guión enseguida. Es muy respetuoso. Me alegró mucho que volviese a llamarme después de nueve años. Trabajar con él es sencillo, fácil.
¿Cuál fue su reacción al leer el guión?
François me había dicho el título y contado la historia a grandes rasgos. Me apetecía saber cómo había abordado un tema tan sensible, pero no esperaba que me conmoviera tanto. Me gustó zambullirme en el vértigo que produce la intimidad de la muchacha protagonista. Entendí el dolor de la madre. Mientras lo leía, oía la voz de François a través de la adolescente de 17 años. Tenía muchas ganas de que Marine y yo pudiéramos encarnar a la pareja madre-hija.
¿François Ozon no se inspiró en su experiencia como madre para alimentar el personaje?
No, el guión ya estaba casi finalizado. Pero François siempre escucha los comentarios, los cumplidos, las críticas, incluso nos pide nuestra opinión. Aunque siempre tiene la última palabra, crea un ambiente abierto. Me gusta su aparente distensión ante el proyecto. Está totalmente metido en la película, pero prefiere ser ligero y rápido. Quizá por eso rueda con tanta velocidad y tiene la facultad de aparentar que todo es fácil. Durante todo el rodaje quitó detalles superfluos para dejar solo lo esencial. El amor que siente por los personajes se nota inmediatamente porque entra en el tema sin malicia, siempre de cerca.
¿Cómo fue el encuentro con Marine Vacth?
Entré en el despacho de François y vi a una joven silenciosa, sin maquillaje, los cabellos recogidos, una silueta de adolescente moldeada en un cuello de cisne y un vaquero. Me pareció reservada, arisca incluso, pero con un encanto increíble. Me sentí muy halagada de que François creyese que nos parecíamos.
El parecido físico creíble refuerza la emoción que desprende la relación madre-hija en la película.
Asistimos a la entrada en la sexualidad de una joven. ¿Qué lugar ocupa la madre en esta nueva vida? Y lo más importante, ¿qué lugar no debe ocupar? Isabelle desea tener un modelo y, a la vez, alejarse del modelo. Me parece interesante que François se sirviera de nuestro parecido físico para plantear estas preguntas.
¿Cómo fue trabajar con Marine Vacth?
Tardamos muy poco en acoplar nuestros ritmos. Debió darse cuenta de que me caía bien, y el sentimiento era recíproco. No me van las rivalidades femeninas, y a ella tampoco. No nos costó derribar los habituales escollos entre actrices.
Me gustó tener su cara entre mis manos, mirar esos grandes ojos verdes llenos de lágrimas. A pesar de una timidez innata, me dejó entrar en su intimidad. Me parece conmovedora.
Para una actriz tan joven, interpretar un papel así no es sencillo. Hay que dejarse llevar, fiarse totalmente del director. Marine nunca dudó, nunca demostró tener miedo. Es muy disciplinada, una luchadora.
¿Y el reencuentro con Frédéric Pierrot?
Es la quinta vez que trabajamos juntos. Tenía 17 años cuando rodé mi primer telefilm con él, La neige et le feu, de Claude Pinoteau. Es un actor maravilloso, le adoro. Y Nathalie Richard… François se rodeó de actores simpáticos y capaces de desaparecer detrás de los personajes.
Su personaje no deja de preguntarse por qué su hija se comporta de esta manera. ¿Tiene usted una respuesta?
No, y me he esforzado en no buscarla, en no preguntárselo al psicólogo. Era mejor para interpretar mi personaje. Además, ¿hay una sola respuesta? Los padres se divorciaron y la madre no duda en hablar mal del padre, pero de ahí a que esto lleve a la hija a la prostitución…
En cualquier caso, puede deberse a que la madre no quiere que Isabelle se vaya, y a que esta deba “arrancar” el cordón umbilical convirtiéndose en algo que no es. En realidad, Isabelle se autocrea, incluso adopta el nombre de su abuela.
La prostitución quizá sea un acto extremo para superar su incapacidad de sentir, sobre todo cuando hace el amor por primera vez.
Es increíble el daño que ha hecho la sacralización de esta primera vez. Hoy en día, casi es lo contrario: las jóvenes quieren deshacerse de su virginidad cuanto antes. Sin embargo, será determinante para una parte de la futura sexualidad. El comportamiento de Isabelle deja entrever que controla sus sentimientos, sus emociones, su cuerpo. Intenta recuperar esa sensación de dominio prostituyéndose, organizando su sexualidad.