¿La película se basa en su experiencia?
Es mi historia personal. La película empieza el día que descubrí que algunas partes de mi vida se habían borrado de mi memoria. Los cuatro años que trabajé en VALS CON BASHIR me provocaron un violento trastorno psicológico. Descubrí cosas muy duras de mi pasado y, sin embargo, durante esos cuatro años, nacieron mis tres hijos. Puede que lo haya hecho para mis hijos. Para que, cuando crezcan y vean la película, les ayude a saber escoger, a no participar en ninguna guerra.
¿Realizar VALS CON BASHIR fue como una terapia?
La búsqueda de recuerdos traumáticos enterrados en la memoria es una forma de terapia. La terapia duró lo que la producción de la película, cuatro años. Durante este tiempo, pasaba de la depresión más absoluta, fruto de los recuerdos que me volvían a la memoria, a la euforia más desbordante por hacer una película de animación innovadora, que iba mucho más rápido de lo que había esperado. Si fuera un loco de la psicoterapia, diría que realizar la película me ha transformado profundamente.
¿Todos los personajes entrevistados en la película son reales?
Siete de nueve. Por razones personales, Boaz (el amigo que soñaba con los perros) y Carmi (el amigo que vive en Holanda) no han querido que aparezcan sus nombres verdaderos. Pero sus testimonios son reales.
¿Conoce a más gente que haya pasado por la misma experiencia?
Claro, no soy el único. Creo que miles de ex soldados israelíes han enterrado sus recuerdos en lo más profundo de su memoria. Algunos podrán vivir así siempre. Pero existe el peligro de que explote en cualquier momento, y en ese caso los daños son imprevisibles. Lo llaman estrés postraumático.
¿Cuál fue su primera intención, realizar un documental o una película de animación?
Siempre lo imaginé como un documental de animación. Ya había realizado varios documentales, y me entusiasmó lanzarme a este proyecto. Mi primera experiencia con la animación fue con una serie documental, “The Material Love is Made of”. Cada episodio empezaba con tres minutos de animación durante los que unos científicos evocaban la “Ciencia del amor”. Era animación Flash básica, pero funcionó tan bien que siempre pensé en llevar el mismo proceso a un largometraje.
¿Puede decirse que el proyecto se concibió como un documental de animación?
Sí, VALS CON BASHIR siempre fue un documental de animación. Hacía varios años que había tenido la idea, pero rodarlo en imágenes “reales” no me convencía. ¿Qué habría sacado? Un hombre de cuarenta años entrevistado sobre fondo negro, contando historias de hace 25 años, sin una sola imagen de archivo para ilustrar sus palabras. Habría sido un aburrimiento. Por eso la animación me pareció la única solución, porque concede una gran libertad imaginativa. La guerra es muy irreal, la memoria es muy ladina, más valía hacer semejante viaje con la ayuda de buenos grafistas.
¿Cómo crearon la animación de la película?
Primero rodé VALS CON BASHIR en vídeo en un estudio y se montó como un largo de 90 minutos. A partir de ahí, realizamos un storyboard que desarrollamos con 2.300 dibujos y que animamos posteriormente.
El director de animación, Yoni Goodman, creó el estilo de animación en nuestro estudio, el Bridgit Folman Film Gang. Es una mezcla de animación Flash, de animación clásica y animación 3D. Es importante dejar claro que no se usa el rotoscopio, en el que se vuelve a pintar la imagen de vídeo. Cada dibujo se creó desde cero gracias al magnífico talento del director artístico David Polonsky y de sus tres asistentes.
¿Qué siente hoy acerca de la matanza de Sabra y Chatila?
Lo mismo que antes. Es lo peor que puede pasarle a un ser humano. Estoy seguro de que los falangistas cristianos fueron los responsables de la masacre. Los militares israelíes no dieron ninguna orden. Pero el gobierno israelí sabe hasta dónde alcanza su responsabilidad; estaba al corriente de esta masacre premeditada.
¿Y la guerra?
He rodado VALS CON BASHIR desde el punto de vista de un soldado cualquiera, y solo puede concluirse que la guerra es terriblemente inútil. No tiene nada que ver con las películas estadounidenses. No tiene nada de glamouroso ni de glorioso. No son más que hombres muy jóvenes, que no van a ninguna parte y que disparan contra desconocidos, les disparan desconocidos, y que vuelven a su casa intentando olvidarlo todo. Algunas veces lo consiguen. Pero no ocurre en la mayoría de los casos.
¿Cómo cree que reaccionará el público israelí?
Siempre me ha parecido muy difícil anticipar la reacción del público ante cualquier película. Eso sí, no es ninguna noticia para los israelíes decirles que la invasión de Beirut oeste en 1982 era inútil y no servía de nada. Es una enorme mancha negra en nuestra historia. Incluso estoy dispuesto a apostar que Ariel Sharon, actualmente en coma, habría dado lo que fuera
para reescribir la historia e impedir esta expedición sin sentido que tanto defendió. Por ese lado, no creo que nadie diga: “¿Cómo se atreve a decir que no debimos estar?” Puede que el modo en que se presenta el ejército moleste más al público israelí. La película carece de momentos gloriosos. Todas las personas entrevistadas son más bien antihéroes, excepto uno, el periodista Ron Ben-Yishai, pero no es un soldado.
Puede parecer que una película de animación moleste menos a las personas que no aprueben cómo se presenta al ejército.